El Pincha ganaba en el Ducó 2-0 a los 32 minutos de la primera parte, cuando la gente del Globo estalló y comenzó a agredir a los hinchas visitantes en las tribunas. Tras algunos minutos en los que se esperó por la vuelta a la normalidad, el árbitro Germán Delfino decidió que el encuentro no iba a continuar.
Lamentablemente era un hecho previsible. Cuando a los ocho minutos de empezado el partido Gastón Monzón fue a buscar un inofensivo centro en el corazón del área y la pelota se le escapó de entre las manos, el inesperado 1-0 de Juan Pablo Pereyra hizo del Tomás Adolfo Ducó una caldera a la que una simple chispa podía hacer explotar. Desde las tribunas bajaban insultos hacia la dirigencia y los jugadores y las muestras de nerviosismo se multiplicaban.
De todos modos, el juego seguía su curso, aunque se percibía que la tensión iba en aumento acorde el equipo de Pompei no mostraba ideas ni juego para acercarse al empate. Y el detonante fue el segundo gol del Pincha. En cuanto el cabezazo de Hernán Rodrigo López tocó la red del arco local, la gente estalló en cólera y comenzaron los incidentes serios en las tribunas.
Tardó apenas tres o cuatro minutos en convertirse en un campo de batalla la platea local, desde donde volaban todo tipo de objetos hacia la popular de Estudiantes. La situación se salió de control y Germán Delfino detuvo las acciones. Tras aguardar algunos minutos a que se recobrara la calma, cosa que no sucedió, el árbitro, con el aval del jefe del operativo policial, dio por suspendido el partido.
Pero hubo algo más de media hora de fútbol, y en ningún momento los dirigidos por Roberto Pompei lograron aislarse del clima que bajaba desde las tribunas. De hecho, la ventaja de Estudiantes llegó gracias a un increíble error de Monzón, que dejó caer la pelota de sus manos tras un simple centro y Juan Pablo Pereyra aceptó el convite para poner el 1-0.
Huracán intentó reaccionar, pero chocó contras sus propias limitaciones. Apenas el orgullo de Rolando Zárate hizo pensar que el empate era posible, pero no sucedió. El Pincha se adueñó por completo del trámite del partido y lograba inquietar a Monzón con sólo poner la pelota entre los centrales locales. El encuentro tomó un rumbo definitivo cuando Enzo Pérez hizo gala de su calidad y, previo enganche sobre un costado ante la salida del arquero, dejó a Rodrigo López solo para decretar el 2-0.
Ese gol parecía ser decisivo para el encuentro. Lo que habían mostrado uno y otro hasta el momento así lo hacía presumir. Y la gente de Huracán lo entendió y no pensó más que en expresar su ira. Las agresiones hacia el palco oficial fueron el inicio del caos, y luego la tribuna de Estudiantes se convirtió en el blanco de todas las agresiones locales. La policía no supo evitar lo que se veía venir y el estado de guerra se adueñó de las tribunas.
No dio para más, ni dentro ni fuera del campo, y otra vez la violencia apareció para no ayudar a nadie y volver a manchar al fútbol. Huracán se hunde, el promedio lo agobia, una victoria de Gimnasia ante Vélez lo dejaría en descenso directo y su gente no supo hacer otra cosa que acudir a la violencia para manifestar su bronca.
Más tarde, un grupo de casi 100 hinchas de Huracán cortaron la avenida Caseros y trataron de tomar la sede para pedir la renuncia del presidente Carlos Babington. La Policía intervino y reprimió: hubo heridos por balas de goma y varios detenidos.